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>>Beamonte, D. Juan de Híjar, D. Juan de Cardona, Char»les de Córtes, el conde de Luna, la hermana del conde »de Armañac con muchos otros y sus familiares, llorando, >>vestidos con gramallas y caperuzas de Xerga. Esta co»mitiva pasaba de cuatrocientas ochenta personas: cer»rábanla los dos conselleres restantes de Barcelona con »sus macéros, é inmediatamente á ellos los diputados del >>Principado con gramallas y caperuzas de paño negro, »entre los cuales venia el obispo de Huesca y el conde de >>Pallas, con gramallas negras, precedidos de sus mace»ros. Detrás de todo seguia mucho pueblo, y se contaban >>pasadas de seis mil mujeres.»

El cuerpo del príncipe de Viana estuvo depositado en el presbiterio de la catedral de Barcelona hasta el año de 1472, en que de órden del rey su padre fué trasladado al real monasterio de Poblet, en cuya sacristía se guardaba con gran veneracion un brazo que se desmembró del cuerpo con licencia apostólica, año de 1542.

Dia 6.

El real hospital de naturales de la corona de Aragon, que hoy conocemos en Madrid, mereció particular atencion al Sr. D. Felipe III desde su primer establecimiento, y contribuyó por su parte á que esta piadosa fundacion legase al estado que deseaba, concediendo varias limosnas para que con mayor desahogo se pudiese asistir á los enfermos que en él se recibian.

Considerando que estas obligaciones de instituto no podian desempeñarse completamente sin tener la casa alguna renta fija, en carta dirigida á la ciudad de Barcelona con fecha de este dia 6 de octubre de 1619 la comunicó su real resolucion para que en todos los grados de doctores, licenciados, bachilleres en teología, cánones, leyes y medicina que se conferian en estudios generales, se exigiera una cuota con destino á dicho hospital: Su sucesor, el Sr. D. Felipe IV, no puso menos atencion en el fomento de este establecimiento. Por otra real carta, dirigida á dicha ciudad á 15 de abril de 1618, la participaba que había resuelto mudar el hospital del paraje incómodo en que se hallaba, á la calle de Atocha, donde hoy está, dándole la dedicacion y patrocinio de Nuestra Señora de Monserrat, por cuya causa y haber sido su funda

dor D. Gaspar Pons, catalan, y del Consejo de Hacienda, escitaba á aquellos naturales para que contribuyesen con sus limosnas á la perfeccion de la fábrica, recomendando este asunto al marqués de Olias y Mortara, entonces capitan general de Cataluña, y á los condes de Robres y del Abaltera, consejeros de Castilla y á la sazon protectores del mencionado hospital.

Dia 7.

En el año de 1277 ya eran aldeas de Burgos Villafranca, Lara, Barbadill, Bembibre y Villadiego, que por donaciones particulares de los reyes de Castilla estaban comprendidas dentro de los términos de su jurisdiccion, ejerciendo sobre ellos la justicia civil y criminal los alcaldes y merinos de Búrgos, y, al mismo tiempo, teniendo los vecinos de la capital unos mismos privilegios, mercedes y exenciones con los de dichas aldeas 6 villas sus dependientes.

Consta esto con toda minuciosidad en el privilegio rodado que D. Alonso el Sábio espidió en Valladolid á 23 de julio de 1255. Sin embargo, el merino mayor de Cas tilla, que por razon de estas mercedes advertia disminuida en parte su jurisdiccion, sobre todo, que se le privaba de los crecidos derechos que exigía en aquellas villas por razon de merindazgo, y que consistian en cierta cantidad que pagaban los pueblos con proporcion á su vecin dario cuando entraba á ejercer su empleo, y en el mantenimiento diario de su persona, á que contribuian todos los comprendidos dentro del distrito de su judicatura, y á que daban el nombre de yantar en aquel tiempo, procuró por todos los medios posibles privar å las referidas aldeas de Búrgos de esta exencion. El merino de esta ciudad, juntamente con los alcaldes, se quejó varias veces á aquel rey de semejantes procedimientos y usurpaciones, moviéndose sobre ello un ruidoso pleito ante la real audiencia sobre estos particulares. El monarca hizo valer las donaciones y mercedes que sus predecesores y él mismo habian concedido á Búrgos, declarándolas, no solo legítimas y justas en consideracion á los grandes servicios que habia hecho á la corona la capital de Castilla en todos los tiempos, sinó tambien debidas á la grandeza y opulencia con que era necesario mantenerla para que se distinguiese do las otras ciudades y pueblos subalternos.

Esta declaración, llena de espresiones de aprecio y honor para Burgos, se halla en una cédula real, dada en este dia 7 de octubre de 1277, firmándola el rey, que determinadamente para conocer de estas contiendas pasó á Búrgos y comisionó para su reconocimiento á Alonso Gonzalez, uno de los de su Consejo.

En sus circunstancias es este uno de los documentos mas antiguos que hemos visto, imitando el estilo de chancillería que el estinguido Consejo de Castilla siguió por mucho tiempo.

Dia 8.

Despues que D. Juan el If, en las Córtes de Madrid de 1419, tomó sobre sí el gobierno de sus Estados, por haber cumplido la edad que le eximia de la tutela, pasó á Valladolid, donde, segun el cuaderno de peticiones presentadas por los procuradores, allí mismo, parece se detuvo muy poco, trasladándose á Tordesillas, donde se hallaba por el mes de julio de 1420, y tambien por el de octubre de dicho año.

No sabemos si en el término intermedio salió de dicha villa, ó si fué contínua en todos su residencia; pero lo cierto es que indican esto último las diversas fechas con que respondió á las espresadas peticiones del reino; pues unos ejemplares la espresan en 5 de julio, y otros en este dia 8 de octubre.

Estas peticiones se reducen á cinco, recordándose en la primera algunas de las hechas anteriormente en las citadas Córtes de Madrid de 1419.

En la segunda peticion le recordaron tambien la oferta que había hecho de escribir al rey de Aragon, para que aboliese el tributo que habia puesto á la entrada de su reino sobre cuanto los naturales de Castilla trasportaban á él de las cosas que no eran vedadas, y de que se les seguian notables perjuicios.

Referíanse en la tercera peticion los muchos escesos que cometian ciertas personas legas con el pretesto de usar corona, y declinar la jurisdiccion de los jueces reales, sobre lo cual decia el rey que escribiria al Papa, para que proveyera acerca de ello y de la facilidad con que los jueces eclesiásticos publicaban la excomunion y entredichos.

En la cuarta petición se renovaban tambien las quejas de que no se suministraban las raciones y sueldos señalados á los vecinos y moradores de los castillos y villas de las fronteras, por cuya causa se despoblaban y quedaban indefensos: sobre lo cual se dieron varias providencias pa ra evitar estos males.

Espuso el reino, en la quinta y última peticion, los muchos daños que resultaban á la república y á la misma persona del rey por razon de las mercedes, sobresueldos y dádivas escesivas que sus tutores habian hecho y seguia haciendo D. Juan II, manifestándole que eran al doble de las que habia hecho D. Enrique, su padre, cuya moderacion y buen órden en esta parte le proponian para modelo, haciéndole ver que se hubiera escusado varias contribuciones recientemente impuestas, si en esto hubiese procedido con cordura. El rey reconoció lo justo de esta súplica.

Dia 9.

Por la carta que el Sr. D. Cárlos II dirigió á la ciudad de Barcelona, cuya fecha es en Madrid á 15 de agosto de 1679, 'encargándola que hiciese celebrar misa solemne en la catedral, con procesion general, para implorar de Dios los favorables efectos del casamiento que se habia de verificar entre aquel monarca y la serenísima princesa doña María Luisa de Orleans, su sobrina, é hija de Luis XIV, rey de Francia, consta que el desposorio se celebró en Paris en el dia 20 del mencionado mes de agosto. Barcelona hizo las mayores demostraciones de contento y alegría por esta union, disponiendo su virey y capitan general, duque de Bournoville, se hiciese con la mayor solemnidad esta funcion encargada por el rey, y para lo cual se le habia remitido desde la corte una instruccion particular, que se referia en la citada real carta.

La obstinada guerra que años atrás se sostenia en las fronteras entre España y Francia, preocupaba el ánimo del rey, y al procurar este casamiento, fueron generales los alborozos que se advirtieron en todo el pais, luego que llegó á publicarse. Cataluña, como que estaba continuamente esperimentando este azote destructor de los hombres, era la mas interesada de todas las provincias de España, y por consiguiente la parte principal en los buenos efectos de una paz perpétua.

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La misma complacencia y regocijo la obligaban á demostrar su satisfaccion con estraordinarias señales, y una de ellas fué disponer que pasase á la corte uno de sus conselleres para dar la enhorabuena al monarca. Era esta costumbre y prerogativa particular de la ciudad de Barcelona entre todas las de España, y en virtud de la cual se habia visto muchas veces en la corte embajadores de ella con el mayor fausto y ostentacion.

En estas circunstancias pretendió hacer lo mismo; pero el rey no lo consintió, por evitar los grandes gastos que traia consigo, y considerando los muchos atrasos en que estaba la provincia con motivo de las guerras anteriores; sin embargo, llenó todos sus deseos, encargando a! excelentísimo señor duque de Medinaceli, Segorve y Cardona, diese la enhorabuena á S. M. en nombre de la ciudad, lo cual fué de tanto gusto para el rey, que en carta de este dia 9 de octubre del mismo año la significó la estraordinaria complacencia que habia tenido en ello, y cuán satisfecho quedaba de esta demostracion.

Dia 10.

Desde que el Sr. D. Felipe III subió al trono en el año de 1621, fueron contínuas las súplicas de los catalanes para que los honrase con su presencia y los jurase personalmente sus fueros y privilegios, como lo ha bian hecho sus predecesores. Hubo de haber justas causas para que esto no se verificara, aunque el monarca les manifestase la voluntad que tenia de hacerlo en muchas de sus cartas que en copia poseemos. Sin embargo, para conservacion de la memoria de uno de los mas célebres prelados de la Iglesia de España, natural de aquella provincia, trasladaremos aquí una carta suya, que se conserva original en el archivo de Barcelona, y comprueba la eficacia con que se interesó para conseguir del rey esta merced, y las circunstancias en que la suplicaba. La carta decia así:

«Señor: No sé con qué palabras diga á V. M. el senti>>miento que tengo al ver puestos á los de mi patria en la afliccion en que se hallan, y de lo mucho que V. M. sen»tirá hallarse obligado por negocios tan grave y tan pre>>cisos á detener su ida á Cataluña, que con tanto deseo y >>ansias le espera. A mí me piden que me interponga en

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