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El martes siguiente se pasó á tasar la casa para dar satisfaccion de ella al dueño, que era el licenciado Barquero, sacerdote muy honrado, y luego se mandó derribar toda, y en el sitio de la puerta de la calle se puso una columna de piedra, y encima un padron de lo mismo, donde hasta los tiempos del historiador Baena se leia lo siguiente:

«Presidiendo en la Santa Iglesia Romana Urbano VIII; reinando en las Españas Felipe IV, siendo inquisidor gene ral D. Antonio Zapata, á 4 de julio de 1632 años, el Santo Oficio de la Inquisicion condenó á dolar y demeler estas casas, porque en ellas los herejes judaizantes se ayuntaban á hacer conventiculos y ceremonias de la ley de Moisés, y cometian graves sacrilegios y enormes delitos y blasfemias contra Cristo Nuestro Señor y su santa imágen.»>

El rey mandó hacer fiestas de desagravios en su real capilla, y en las demas iglesias de la córte hubo funcionas solemnes, procesiones y tríduos á espensas de los tribunales y del ayuntamiento.

Felipe IV compró una casa inmediata al sitio del sacrilegio, y la reina Isabel de Borbon fundó en ella el convento de los Sadres Capuchinos llamados de la Paciencia, del que tomaron posesion en 13 de diciembre de 1639, colocando en él un Crucifijo que trajeron de la casa profesa de San Antonio del Prado, en procesion general, desde la parroquia de Santa María. La fábrica de este templo se acabó en 1651. En el altar mayor habia una escelente pintura que representaba el despojo de Cristo en el Calvario, y era de D. Francisco Rizi; habia tambien otros cuadros muy buenos, firmados por D. Manuel Molina y D. Pedro Baena.

á la

La capilla del Cristo, que estaba al lado derecho con puerta á la calle, ocupaba todo el sitio del acontecimiento de los judíos, y era de suma veneracion: en la pared, mano izquierda, habia una tarjeta grande de jaspe negro, y en ella, con letras doradas, una inscripcion en que se esplicaba la fundacion del convento.

Y los cinco cuadros que en ella se veian, espresaban la historia del Santo Crucifijo, pintados por el mismo Rizi, por Francisco Castelo y Andrés de Vargas.

El mencionado Felipe IV mandó que su real capilla hiciese todos los años una solemne octava en este convento

al indicado Santísimo Cristo, dando principio en 14 de setiembre, dia de la exaltacion de la Santa Cruz; Cárlos II confirmó tambien este privilegio; Felipe V concurria á ellas cuando se hallaba en la córte; Fernando VI las celebró aún con mayor solemnidad, y Cárlos III mandó que todos los adornos para la decoracion de la iglesia se llevasen de su real palacio.

Este convento y capilla estuvo donde hoy es la plazuela de Bilbao.

Dia 15.

Si el Sr. Cantos Benitez, cuando dedicó al Consejo de Castilla la obra que escribió con el título de Escrutinio de maravedises y monedas de oro antiguas, hubiese tenido á la vista la multitud de ordenamientos y leyes que tratan de aquel supremo tribunal y se hallan aún sin haberse impreso, sin duda hubiera ilustrado el reinado de D. Enrique III con un documento de los mas á propósito para su objeto. Es este el plan ó reglamento que aquel monarca publicó en Segovia en este dia 15 de setiembre de 1406, que no hemos visto en ninguna de las muchas colecciones de leyes antiguas de España, sino únicamente al principio del tomo 7, que está en la real biblioteca del Escorial, letra Z, plut. 2.

Hállase en este plan, que consta de trece artículos, mejorado en mucho lo que habian dispuesto sobre la misma materia sus predecesores. Señálase el lugar ó posada donde debia juntarse el Consejo, atendida la circunstancia de no tener los reyes lugar fijo en aquel tiempo para su residencia; prescribíanse las horas en que, conforme á las estaciones del año, debia empezarse la audiencia pública; cuántos de los consejeros bastaban para oir los pleitos; el buen órden con que habia de dar cada uno su dictámen; las obligaciones de los refrendatarios; método constante con que debian dar cuenta de las peticiones presentadas por las partes; donde se ve que este nombre era equivalente al de relator, y por cuya causa le usaron promiscuamente varios de los que en aquella época obtuvieron este empleo, como se comprueba del inmenso número de cédulas y cartas reales autorizadas por el célebre D. Fernando Diaz de Toledo en el reinado de don Juan II, hijo de este D. Enrique. Tratábase del secreto

con que habian de examinarse en este tribunal las embajadas de dentro y fuera de Castilla, y cómo se habia de formalizar y dar razon al rey del dictámen que á aquellas dieron los del Consejo.

Por dias feriados solo se contaban los domingos, las Pascuas, las fiestas de Jesucristo, las cuatro principales de María Santísima, las de los apóstoles San Juan Bautista y Santo Tomás de Aquino. Ultimamente, haciéndose cargo de que podria sobrevenir dificultad acerca de los asuntos cuyo conocimiento pertenecia privativamente al Consejo, y sus deliberaciones bastaba que fuesen firmadas de cierto número de consejeros, sin serlo del rey, para ser obedecides, espresaba con la mayor individualidad cuáles debian ser estos, y, á consecuencia se señalaron los que el rey reservaba para autorizar únicamente con su nombre, determinarlos por sí solo y sin concurrencia del Consejo.

En este número resultan tambien algunos asuntos en que el Consejo debia interponer su autoridad y dar inmediata cuenta al rey para su aprobacion, sin la cual no podia ser obedecido aquel decreto; y se concluyó todo con indicar lo que las partes deberian pagar por las sentencias y otras cédulas del mencionado Consejo.

Monasterio del Santisimo Sacramento.

Deseoso el Excmo. Sr. D. Cristóbal Gomez de Sandoval, primer duque de Uceda, marqués de Belmonte, gentilhombre de cámara de S. M. Felipe III, sumiller de corps del príncipe D. Felipe IV, su camarero mayor, comendador de Caravaca, de la órden de Santiago, alcaide de la Alhambra de Granada y tenencias de aquel reino, de fundar un monasterio á mayor honra y gloria de Dios; y como era devotísimo del Santísimo Sacramento y de los patriarcas San Benito y San Bernardo, determinó establecerlo en esta córte, junto á sus casas principales, que estaban en la parroquia de Santa María, instituyendo en él religiosas Bernardas Recoletas de la congregacion de España. Y decidido á poner en práctica su piadoso intento, trajo como fundadoras á una religiosa de Santa Ana de Valladolid y á cinco monjas más, que eran: sor María de Jesus, nombrándola abadesa; sor Catalina Bautista, confiriéndole el cargo de priora; sor María de San José,

Escolástica de la Concepcion, y Catalina de la Transfiguracion, como monjas profesas conventuales.

Vinieron con licencia de la muy ilustre señora doña Ana de Austria, abadesa bendita y perpétua del monasterio de las Huelgas de Búrgos, por ser de su filiacion dicho convento, de que dió patente, su fecha 9 de agosto de 1616: llegaron á esta villa en 15 de setiembre: sujetőse el convento á la filiacion del arzobispo de Toledo, que lo era entonces el Emmo. Sr. D. Bernardo Sandoval y Rojas, cardenal de título de Santa Anastasia. La primera escritura se otorgó en 24 de mayo de 1616, ante Santiago Fernandez, escribano de número de esta villa; la segunda, eu 8 de julio de 1617, ante el doctor Gutierrez Tejeira, vicario de la misma.

En estas escrituras prohibia el patrono admitir otras fundaciones ni colocar mas escudos de armas que los de su casa y los del arzobispo de Toledo, y que se pusiese pasadizo desde el palacio de S. E. á las tribunas del convento; que los patronos habian de ser recibidos entonando las monjas el Te-Deum en la puerta reglar; que el número de religiosas habia de ser el de 41: 33 con la abadesa, 3 niñas y 5 freilas; y que no pudiese esceder, como no entrase alguna hija del patrono. Dotó el monasterio con tres casas que compró en la parroquia de Santa María, que las unas eran del mayorazgo de D. Andrés de Prado y Mármol, y las otras del de doña Beatriz de Abalos y Toledo, que son las de la calle del Pretil ó bajada de los Consejos, ó calle que llamaban del Arco de Santa María, á espaldas de la calle que denominaban de la Parra; y las otras, donde estuvo el primitivo monasterio que S. E. compró para fundar, pertenecian á Pedro Martinez, escribano del número, que lindaban con la calle del Estudio de la Villa, cuya obra de la corta ó derribo importó 4,544 ducados, los cuales se habian de pagar á la villa á censo: se dieron á Andrés de Prado en parte del precio de las casas, que vendió por lo que pagaba la villa de censo al mayorazgo.

El patrono dotó á la comunidad en 3,000 ducados de renta de juro de á 20 sobre alcabala, obligándose ademas á darles todo lo necesario para su mantenimiento, pidiéndolo cuando hiciere falta. La escritura de fundacion no se observó, por haber faltado el patrono á las condiciones estipuladas en ella, pues solo cumplió con la compra

de los terrenos esquina á la calle del Horno, lindando com la calle de abajo.

El patrono alimentó á la comunidad con las viandas de su despensa hasta su muerte, y con otras limosnas que las religiosas pidieron á los fieles.

A la hora de su muerte aplicó el patrono á las monjas la encomienda de Indias que le dió Felipe III en Cuano, Siclos y Zangolqui, y demas repartimientos que habian vacado por muerte de D. Beltran de Castro y D. Juan Lopez de Galarza en la provincia de Quito, en los reinos del Perú, y la gozaba por tres vidas, la suya y otras tres sucesivas, que de esta podia libremente disponer. Otorgó su testamento en la villa de Alcalá de Henares, donde estaba retirado, y en él dejó aplicadas estas dos encomiendas, y goce de las dos vidas para fundacion de este convento, segun de la manera que se contiene en dicho testamento, cuyas cláusulas pertenecientes á este punto, con pie y cabeza, se contienen en la escritura de la fundacion espresada.

Luego que murió S. E., le trajeron á Madrid dentro de un ataud, en un coche, al convento del Sacramento, segun habia mandado; y mientras se hizo el nuevo monasterio, se colocó el cadáver entre el altar mayor y el relicario, en forma de bóveda hasta el suelo, y á vista de las religiosas, para que, viéndole, rogáran á Dios por él; mandando que despues le trasladasen á la bóveda nueva, á donde se trajeron los huesos de la duquesa de Uceda, doña Mariana de Padilla y Manrique, su mujer, que estaba en la bóveda del convento de San Pedro de Valladolid; pero todo con la menor pompa posible.

Dotó el monasterio de un capellan mayor con 300 reales, y doce capellanes á 150, un sacristan con 100, y dos acólitos con 50, cuya renta debia pagarse de la encomienda de Cuano. Reservóse el patrono el derecho de recibir algunas religiosas sin dote á cuenta de las rentas de la casa.

En la bóveda del patrono hay un altar con una imágen de la Vírgen y el paso del descendimiento de la Cruz, que es copia de la que habia en San Benito de Valladolid, de quien era fundador muy devoto él, y una imágen de San Francisco, con la obligacion de decir una misa y un responso diario. Nombró per testamentarios al cardenal duque de Lerma y al duque de Uceda, su hijo; y á D. Gon

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