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res suyos le habian dejado en las leyes patrias, lo que los sagrados cánones disponian, y lo mucho que habian concedido los reyes de España al estado eclesiástico, compadeciéndolo con la constitucion civil.

Pero no omitió tampoco el monarca recordar á los prelados aquellos escesos con que se atropellaban por sus jueces las regalías y jurisdiccion real, dándoles á entender en la respuesta á la peticion primera, que si por parte de los seglares se habian ejecutado atropellamientos, intrusiones y delitos contra la potestad eclesiástica, no menores perjuicios habia sentido la potestad real por parte de los eclesiásticos.

Mantener, pues, en sus debidos límites una y otra de las dos potestades, era todo el objeto de lo que D. Enrique dispuso en este documento, á vista de lo que se le suplicó por el brazo eclesiástico, y por tanto es de utilidad y atencion el cuaderno de estas peticiones. Hemos visto varios estractos de ellas, legalizados del modo que hemos insinuado; y aunque tienen diversas fechas, por ellas se evidencia que todos se espidieron en los dias 12, 13, 14 y 15 de setiembre, pues ninguna escede de esta última calendacion.

En este dia del año 820 refieren, nuestros historiadores que, hallándose el conde Vera de gobernador en Barcelona, por gracia de Ludovico Pio, el noble godo Sanila le retó dentro de su mismo palacio, provocando entre ambos un duelo, segun la costumbre de aquellos tiempos, combatiendo á caballo, conforme á la usanza gótica, venciendo Sanila al conde, como mas diestro y venturoso, por lo que Vera fué condenado á muerte, indultándole Ludovico Pio de la última pena, si bien se le aplicó la de destierro, con cuyo confinamiento se oculta la memoria de este primer conde.

En este dia del año 1241 llegó á España la noticia de la eleccion de pontífice hecha en el cardenal Fr. Hugo de San Caro, á quien inexactamente suponen natural de Bar celona.

Este papa, conocido con el nombre de Celestino IV, nació en el pueblo de su nombre en los Estados de Vienne, pertenecientes entonces al Delfinado (Francia): sábese que fué religioso del órden de Predicadores, y que le invistió la púrpura Honorio III en 8 de mayo de 1227. Y ningun autor contemporáneo le designa como español.

Escribió las Concordancias de la Biblia y un tratado que intituló Speculum Ecclesiae, el cual se dió á la prensa en 1554. Así consta en el Diccionario histórico de Moreri, pág. 129.

Tambien en este dia del año 1503 publicó el papa Julio II una bula en favor de los caballeros de la órden militar de Alcántara, para que se segregasen de la de Calatrava, á la que habian estalo sometidos al principio de su fundacion.

El hábito antiguo de la órden de Alcántara fué un escapulario con capilla que salia de él, á la manera del traje que usaban los regulares. Mas por concesion del anti-papa Benedicto Pedro de Luna, que en España estaba recibido por verdadero pontífice, dejaron la capilla y tomaron la cruz roja florlisada los de Calatrava, mandando á los de Alcántara que la usasen verde en un manto blanco en la misma forma. Esta variacion fué en el año 1411, segun escribe el historiador Juan de Mariana.

Igualmente en este dia del año 1064, gobernando la silla apostólica Alejandro II, y Fernando I la corona de España, vino á ella por legado pontificio un cardenal llamado Hugo Cándido con comision de abrogar el oficio antiguo de la Iglesia de España. Pero habiéndole encontrado autorizado con la aprobacion apostólica de Juan X, le dejó intacto como estaba. Empero insistiendo el sacro colegio en la mutacion del rito, enviaron otros legados sin poder conseguir variarle. El episcopado español se resintió por el empeño que habia en desterrar sus ritos autorizados por ilustres santos doctores, y aun por Roma misma. Por lo que trataron con energía este asunto, enviando tambien á Roma á D. Munio, obispo de Calahorra, á D. Gimeno de Oca, y Fortunio Alavense, quienes llevaron consigo el misal, breviario y ritual, y con ellos se presentaron al papa Alejandro II y al concilio general de Mántua, en donde, reconocidos los libros por los padres de aquella asamblea, fueron aprobados, con cuyo triunfo se volvieron los prelados gozosos á su patria.

Asimismo en este dia del año 1714 fué tomada Barcelona á discrecion por el mariscal de Berwik en favor de Felipe V.

En este mencionado dia del año 1536 murió, de resultas del terrible golpe que recibió en la cabeza, el poeta Garci-Laso de la Vega, que seguia el ejército del emperador

Cárlos I á Italia, en cuyo viaje le arrojaron una piedra desde un castillo ó torre.

Dia 13.

Distinguióse la ciudad de Sevilla en entregar por medio de procuradores á D. Enrique II, en las Córtes de Toro de 1371, trece peticiones que oyó benignamente este monarca, dando respuesta á todas con pruebas nada equívocas del amor que tenia á aquella ciudad. Conforme ellas, la fueron confirmados todos los privilegios que la dieron los reyes de Castilla, y principalmente D. Alonso XI. Fué recibida la exaccion del diezmo que antes pagaban los vecinos al adelantado y sus oficiales por razon de las entregas que hacian á la veintena parte del valor. Igualmente se derogó el abuso de prender á las mujeres y embargar sus bienes por razon de fianza que hubiesen hecho sus maridos ó por deudas fiscales. Aprobóse toda respuesta ó contestacion á pleitos, aunque se hiciesen en dias feriados, con tal que fuese hecha dentro del término de la ley.

Revalidó el monarca á favor únicamente de los vecinos y moradores de Sevilla el privilegio antiguo, por el cual todo aquel que mantenia caballo y armas año y dia, no pagaban moneda, ni su mujer é hijos, durando esta gracia, muerto el padre, en sus hijos varones hasta la edad de 17 años, y en las hijas hasta que se casasen; y tambien se estendió este privilegio á los que mantuviesen yeguas de silla.

Asimismo se declaró que los jueces eclesiásticos no pudiesen poner presos á los legos por deudas que debiesen á la iglesia ó clérigos. Se derogó el diezmo que Gonzalo Ruiz cobraba conio administrador de las atarazanas de Sevilla, de todo el carbon que entraba en la ciudad para el reparo y composicion de las galeras del rey, y se prohibió prender á sus deudores sin ser primero oidos ante los jueces de la ciudad, quedando únicamente para hacerlo dicho administrador con las personas dependientes y empleadas en los trabajos.

Quitóse el abuso de caer en pena los empadronadores puestos por el concejo para enumerar los contribuyentes, siempre que se probase no haber procedido con malicia en las ocultaciones. Se anuló toda demanda de bienes

vendidos ó condonados legítimamente, que moviesen los parientes del vendedor ó donador, si aquellos no eran del abolengo ó patrimonio, y aun en este caso debian hacerlo dentro de nueve dias, hallándose en el pais.

Tambien se corrigió el abuso de despojar á todo poseedor sin ser oido primeramente en juicio, y el de abrirlo sobre pleito en que hubiese sentencia en grado de suplicacion. Ultimamente, mandaba el rey que ningun vecino de Sevilla fuese emplazado á Toledo, como hasta entonces se habia acostumbrado, sino únicamente á la córte, cuando la naturaleza de la demanda lo requiriese.

Muerte del rey D. Felipe II.

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Corria el año 1597, en que, cansado este monarca con tantas jornadas y guerras, determinó trasladarse de Madrid al real sitio de San Lorenzo, para probar si conseguia alivio en sus dolencias. Los médicos de su real cámara opinaron en contra de este viaje, por creer que se comprometia la vida del soberano si lo emprendia. Empero el rey contestó al Dr. Santiago, al oir de sus lábios que moria: Llevaré (dijo), siendo así, mis huesos á su sepulcro. Emprendió su viaje y llegó al Escorial, donde se le agravaron los padecimientos allí se retiró á prepararse para la muerte y á expiar los escesos de la juventud, como dice un cronista. El se condenó al rigor de la vida monástica, como el mas fervoroso anacoreta, privándose de los placeres de la mesa y con total abstinencia del vino. Sufrió con gran paciencia la amputacion de un dedo. Tendido en su real lecho, tenia un lado de su cuerpo cubierto de úlceras, y entre tan acerbos dolores manifestó siempre la majestad de su alma, portándose como rey en todo. Recibió el Sacramento de la Estrema-Uncion, mandando que viniera á visitarle su hijo y sucesor D. Felipe III; y quedándose con él solo, hizo que D. Juan de Lodeña le incorporase en la cama, y entonces, dirigiéndose al príncipe, le habló en estos términos: «He querido que os halleis presente, y que veais en lo que fenece todo y en lo que paran las mayores potencias de la tierra.»>

Le encargó defendiese la fé católica y protegiese las tradiciones de sus mayores é hiciese justicia á todos; dióle saludables preceptos, como rey tan versado en la política, añadiéndole las siguientes palabras, que refieren autores contemporáneos: Aquel será bueno, que busca mas

vuestra autoridad que la suya, ni trate de ambiciones ni provechos, ni de ganar reputacion á costa de su señor. El que os diere consejo desnudo de estas consideraciones con amor y voluntad, amadle. Le reiteró mucho que no se dejase gobernar por otro. Le nombró ministros que le ayudasen á dirigir sus reinos, porque ni en sus últimos instantes quiso despojarse de esta prerogativa.

Dos dias antes de morir, hizo copiar á Andrés de Prada la plática que el rey San Luis dirigió á su hijo Felipe, cuyo papel le fué entregado á nuestro príncipe en el mismo dia en que espiró su padre, el cual puso en sus reales manos Fr. Diego de Yepes, del órden de San Gerónimo. Despidióse del príncipe y de su bermana la infanta doña Isabel, siendo este el acto mas amargo en la via dolorosa de sus padecimientos. SS. AA. RR. besaron respetuosos la mano de su augusto padre, retirándose ambos angustiados de pena.

Se acercó el arzobispo de Toledo al agonizante lecho donde el rey moria, y tomando en sus manos un volúmen, donde estaba impresa la Pasion que escribió San Juan, se la leyó al monarca, y el reverendisimo prior de San Lorenzo le recomendó el espíritu.

Eran las cuatro y media de la mañana cuando D. Cristóbal de Mora, su camarero mayor, entró en el aposento del monarca, y Felipe ya estaba privado de la vista, y apenas oia; por lo que aquel caballero, cuyos ecos conservaba aún el monarca, le advirtió que se acercaba el momento postrero: y al sonar en el reloj del monasterio la hora de las cinco de la mañana del domingo á 13 de setiembre de 1598, espiró Felipe II, á la edad de setenta y un años.

Don Cristóbal de Sandoval, marqués de Denia, fué el encargado de los funerales de este monarca, enterrándosele con majestuosa pompa en el panteon donde reposaban las cenizas de Cárlos I, su padre, y las de otras reinas sus esposas. Allí quedó depositado despues del solemne requiem que le entonaron los monjes.

El papa Clemente VIII, cuando llegó á su pontificia córte la noticia de que Felipe II habia muerto, convocó el Sacro Colegio para hacer los honores fúnebres á lan célebre monarca, pronunciando Su Santidad un breve y sentimental discurso en su loa, encargando á los cardenales ofreciesen por él sacrificios.

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