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ba errada, porque consta de documentos autorizados que su mujer era ya viuda en el mes de junio de aquel año. Sin embargo, no falta quien juzgue que la sentencia se ejecutó por agosto; y valiéndonos de este fundamento, queremos dar á conocer en el dia de hoy á este gran privado de D. Juan II, con el carácter de poeta que nadie le ha dado hasta ahora, olvidándolo aun el Rmo. P. Sarmiento, que tan prolijamente enumeró los que florecieron en tiempo de aquél monarca. El único que nos ha dejado muestra de su númen ha sido el célebre Juan Nuñez de Guzman, en sus eruditos comentarios al poeta Juan de Mena, donde en la sétima órden, copla 26, pone esta muestra de sus composiciones:

Si flota vos combatió,
En verdad, señor infante,
Mi bulto no vos prendió
Cuando fuístes mareante;
Porque hiciésedes nada
A una semblante figura
Que estaba en mi sepultura
Para mi fin ordenada, etc.

Esta queja del condestable alude á que el rey D. Enrique IV, siendo infante y estando en Toledo, en medio de aquellas turbaciones que dieron que hacer tanto á su padre, sin causa ni motivo alguno, mandó derribar la estátua de cobre sobredorada que tenia preparada para ostentoso ornato de su. sepultura en la capilla que entonces acababa de construir. Debia ser de esquisito trabajo; pues se hizo á tanta costa y con empeño tan temerario, que, estándola labrando, murieron de fatiga algunos de los artífices. (Véase el comentario citado, y Pisa, en la Historia de Toledo, lib. 4.0, cap. 17.) Tal vez entre los preciosos cancioneros antiguos que se hallan aún inéditos se encuentren otras poesías de este hombre, en todo grande.

En este dia del año 1770 remitió el príncipe de Maserano, embajador en Londres, al primer secretario de Estado y del despacho universal, el marqués de Grimaldi, copia del libelo infamatorio que contra la dinastía de Borbon publicó el periódico inglés llamado el Gacetero, el sábado á 11 de agosto del mismo año, núm. 120,932, figurando una carta at impresor gacetero de Londres, en que decia así:

<< Su correspondiente de V., Séneca, parece que está muy contento con el dicho de Jorge II: convengo con él en que hay mucha gracia en el tal dicho; pero antes de darle plena aprobacion, debería saberse si se funda en verdad. Si la agudeza de Jorge II sobre lo imprudente de la carta de Brunsvick, ya sea de la que nació antes del principio del presente siglo, ó ya de la que nació en Alemania, puede haber algun fundamento en que estribe. Pero yo echaria á morder al mismo duque de Cumberland de cualquiera de las tres testas coronadas de la familia de Borbon. Parece que domina instinto entre los tres reyes de la familia de Borbon. El hermano mayor del rey de las Dos Sicilias, sabemos todos fué privado de la corona, por ser enteramente necio sin esperanza de remedio. El rey actual de Nápoles, segun concibe, dista solo un ápice de su hermano. La segunda cabeza de la familia de Borbon (quiero decir el rey de España) puede considerarse como ápice y medio menos tonto que S. M. Siciliana, si se pesa en la balanza de los entes intelectuales. Para probar que el rey de España dista algo más de grado y medio de absoluta incapacidad, referiré de él un cuento que convencerá á todo apasionado á gobierno monárquico, de que S. M. Católica es de suficiente capacidad para gobernar al rico y poderoso reino de España, ó á la verdad, cualquiera otro de la cristiandad, segun la escuela moderna de los reyes Borbones. Há pocos años que Cárlos III, actualmente rey católico, que es apasionado á la caza, estaba pronto para ir á ella, segun su costumbre: era por enero, y el tiempo sumamente frio: la nieve empezó á caer á copos tan grandes, que el pobre rey no pudo salir á esta caza aquel dia. Los criados de su servidumbre tuvieron órden de poner tres ó cuatro docenas de relojes delante de S. M. para que se entretuviese en el divertido é instructivo pasatiempo de darles cuerda.

Parece que este rey afecta y se le permite toda la pomposa ceremonia y ostentacion del trono. Sus criados, habiéndole traido los relojes, se retiraron y le dejaron solo por cosa notable en este rey, que, como Ciceron, nunquam est minus solus quam cum solus; esto es, que nunca percibe la menor diferencia entre la soledad y la multitud: concibe que el dar cuerda á 30 ó 40 relojes es operacion que presto ha de cansar las facultades intelectuales, y estas facultades cansadas dan lugar para ejercitar

las potencias corporales. En consecuencia, sabemos que S. M., que es enemigo de la ociosidad é inaccion, en el mismo instante que acabó de dar cuerda á sus relojes, sintió inmediatainente, á fuerza del instinto, que el tiem→ po era frio. ¿Qué podria hacer S. M. para contrarestar la inclemencia del tiempo tan frio? Sus criados le habian dejado allí el látigo de caza: el cuarto estaba entapizado con una tapicería de Gobelino. Los colores y figura de un caballo árabe estaban representados á lo vivo; S. M., que no se engaña fácilmente, se acerca incontinenti al caballo que se salia del tapiz, y se pone á montar á este bucéfalo. El estribo figurado no pudo admitir el pie de S. M. (joh cruel desgracia!) El monarca de España cae de lleno en el bruñido y resplandeciente suelo.

Por mucho tiempo este gran monarca, cuyos dominios jamás deja de alumbrar el sol, meditaba en su real pecho si debia castigar severamente al bruñido y resplandeciente suelo, ó si bien debia descargar mas justamente el látigo en el soberbio caballo arábigo. Con suma prudencia juzgó Cárlos III entre las causas primeras y segundas. Y así el caballo enjaezado no podia dejar de parecer el objeto propio é inmediato de la real cólera. Determinado este grave punto y habiendo hecho Cárlos las veces de jurado y juez, solo le faltaba la parte de ejecutor. Al punto se levantó prontamente del suelo, y con el látigo, durante 34 minutos 2 segundos y medio, con brazo levantado sublimi flagelo azotó el sublime alto cuadrúpedo. Al fin, medio ahogado y sofocado entre los nada fragantes sudores que copiosamente corrian de sus poros, rendido el rey cayó segunda vez involuntariamente en bruñido y resplandeciente suelo. Sobresaltado con este desusado ruido el centinela que estaba de la parte de afuera, quebrantando todas las órdenes y etiqueta de la solemne y gran corte de Madrid, entro repentinamente en la real estancia, y halló á su monarca como otro Ciro, nadando, si no en espumarajos de sangre, á lo menos en sudor.

Acudió la facultad, y todos se quedaron espantados y palpitando de temor, dudosos de la causa que pudo enardecer y derribar sin noticia de ellos á su príncipe, cuando luego, y como si despertase de un sueño y resucitase, respondió como un oráculo en esta sustancia Cárlos III: «No se espanten Vás. de que yo sude de esta ma→ nera; porque por este reloj, hecho de mano de Graham,

he estado treinta y cuatro minutos dos segundos y medio castigando con este látigo, cuyo pesado cabo es de oro macizo, á este alto cuadrúpedo, cuyo villano pie me arrojó dos veces al suelo.» Mucho más dijo él, y cada palabra era tan prudente y tan al caso como las espresadas. De estos rasgos característicos de esta cabeza coronada inferirán sus lectores de V. que yo he tenido fuertes razones para decir que Cárlos III, rey de las Indias, es aún más de grado y medio menos necio que su hijo Fernando IV, rey de las Dos Sicilias. En mi primera carta pintaré á la otra cabeza coronada de la familia de Borbon, Luis XV, rey de Francia y de Navarra. El que pinta al vivo.»

Semejante impostura, y con tantas inexactitudes, obligó á ponerse de acuerdo á los respectivos embajadores de familia, para dar cuenta á los Gobiernos y exigir una completa satisfaccion al rey de Inglaterra, sobre lo que ofrecemos publicar datos originales que tenemos á la vista, en donde quedará bien puesta la reputacion del augus. to rey católico, y verémos tambien la evasiva que dió la córte británica cuando el príncipe de Maserano hizo en persona las debidas reclamaciones. Es cuestion sumamente interesante, y creemos merece ocupar algunas paginas de nuestro Museo histórico.

Dia 22.

Si no hubiésemos dejado perecer muchas obras escritas con juicio y crítica en los siglos en que se nos disputa el adelantamiento en las ciencias y artes, tal vez no nos veríamos ahora empeñados en hacer apologías de nuestra nacion. Las librerías de particulares y otras estan llenas de un mérito especial, absolutamente ignorado, y de quienes podríamos sacar las pruebas inas convincentes para nuestra defensa.

Séanos lícito recordar en este dia 22 de agosto uno de estos escritores desconocidos, porque con igual fecha hemos visto concluida una de sus obras inéditas. Fué este Juan Perez de Lizarraga, caballero alavés, señor del palacio y casa de Larrea y de la de su apellido, que floreció en tiempo de Felipe II, escribiendo entonces las Antigüedades de Alava, con el pulso y erudicion que regularmente no se halla en este género de historias munici

pales. Tambien trabajó una Relacion genealógica de los linajes de Larrea y Lezarraga, justificándola con preciosos documentos y tratando el asunto con el juicio é imparcialidad de que tanto necesitan semejantes obras. Bastará un ejemplo para conocer el candor que manifiesta, escribiendo sin rebozo lo que otros llenos de vanidad procurarian ocultar. Habla de Juan Lopez de Lezarraga, contador de los señores Reyes Católicos, secretario y testamentario de la reina, y fundador del convento de religiosas Franciscas de Vidaureta, en la villa de Oñate, y dice de él que sus émulos le levantaron ser primo de judío. Sabido por la reina, le llamó un dia y le dijo: Pésame, D. Juan Lopez, de que se os ofrezca ocasion tan legítima que por fuerza he menester despediros de mi casa y del oficio que teneis, y así os tened por despedido. Echose á sus pies y le suplicó fuese servida de decirle la causa. La reina, despues de haberse escusado bastante, le espuso que le habian informado que era primo carnal de judío, y por tanto no podia servir en la casa real. Pidió Juan Lopez que se le admitiese la prueba de su limpieza, y absteniéndose de ejercer el oficio de contador y de entrar en palacio mientras hizo su informacion ante los del Consejo, justificó que, aunque era primo de Berganzo, este parentesco le provenia de ser el padre tio suyo, el cual, siendo buen hijo-dalgo y caballero, por amores cayó en la flaqueza de casarse con María Ochoa, hija de Luis Ochoa, judío, y así su hijo Juan Gomez de Berganzo como los demás, solo eran tiznados por parte de madre. La reina holgó de ello sumamente, y restituyéndole en el empleo, le colmó de mercedes y favores. Este Juan Lopez de Lezarraga es de quien habla el padre maestro Flores, tomo II de Las Reinas, á cuya instancia escribió el doctor fray Gonzalo de Arias, del órden de San Gerónimo, un libro sobre los Cantares, segun refiere el padre Sigüenza, part. 2., lib. 3.o, cap. 42, al fin.

La accion de la Reina Católica, que hemos apuntado, puede servir para ilustrar las que se cuentan de esta real heroina por el celo y pureza de la religion.

Entrada del rey Francisco I en Madrid.

Despues que Francisco I salió de Guadalajara y hubo descansado en Alcalá de Henares, llegó á Madrid, donde el ayuntamiento le salió á recibir fuera de la puerta de Gua

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