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mismo una figura de Jesús crucificado, denominado vul→ garmente el Cristo del Zapato, copia del que existe en el ducado de Luca, donde sucedió el prodigio del pobre socorrido: vamos á describir su trage. Era una figura colosal, de aspecto imponente y gigantesco, clavado en una enorme cruz, adornado con un alba blanca y una especie de túnica morada abierta por delante, rodeado de una estola ancha y en la cabeza una mitra ó frontero con una diadema en arco como la de las vírgenes: los pies, calzado el uno, y el otro descalzo, con el zapato ó sandalia sobre un cáliz. Era de mucha devocion para el pueblo, y su altar estaba cubierto de presentallas, y delante ardian tres lámparas de plata de contínuo; pero hemos oido decir que apenas se podia orar delante de su veneranda imágen por el ruido de los niños, que por devocion tambien los llevaban sus padres; porque al verlo, comenzaban á gritar atemorizados y habia que sacarlos del templo (1). Era cosa sublime el paso del tránsito de Nuestra Señora, que, en la festividad de su Asuncion gloriosa se colocaba en medio del templo, rodeado el sepulcro de ángeles y de apóstoles, con riquísimas vestiduras y todas las figuras muy buenas, de lo cual se conserva ya muy poco.

Descripcion de la capilla de Nuestra Señora.

Era esta capilla lo mas digno de llamar la atencion que habia en este templo: formaba como una nave larga y angosta, paralela al cuerpo de la iglesia hasta el crucero. Su arquitectura estaba desfigurada, particularmente con una tribuna ó baranda que la circundaba toda y servia para colocar un gran número de banderas ganadas en diferentes batallas, todos blasones gloriosos de las casas de Austria y de Borbon. La talla de altar era de pésimo gusto; pero eran buenas las estátuas de San Pedro y San Pablo que en él habia. Eran tantas y tan ricas las lámparas que ardian en esta capilla, que apenas habia santuario que reuniera más en España. La profusion de luces era tal, que la capilla estaba siempre ahumada, y precisaba hacer en ella obras de contínuo. Francisco Herrera, el

(1) Los franceses lo arrojaron al fuego, salvándose algunos restos que hoy se custodian todavía en

urna.

una

mozo, pintó preciosamente la cúpula, espresando el misterio de la Asuncion de Nuestra Señora con difícil agrupamiento de figuras y ángeles desde el anillo arriba.

Esta capilla la mandó labrar el rey Felipe II en el mismo sitio donde estaba el antiguo santuario, concluyéndose la obra en 1588, tomando á su cargo el patronato de ella. Felipe III lo aceptó, despachando real cédula en Valladolid á 10 de noviembre de 1602. La Magestad de Felipe IV volvió á reedificar esta capilla, encargando la renovacion de las pinturas á Sebastian Muñoz é Isidro Arredondo (1). Despues se encargó de la obra el famoso fresquista D. Lucas Jordan, pintando las pechinas y arcos, como asimismo el embovedado de la capilla, en que representó la trasgresion de Adan, usando de varias alegorías para espresar el árbol de la culpa y en su oposicion el de la gracia, en que se figura á la Vírgen.

En otras estaba representada la estátua que vió en sueños Nabucodonosor, en que por el mismo término figuró, con relacion á Nuestra Señora, aquel árbol frondoso, y el gran monte formado de la piedra que derribó la estátua. En otro estaba pintada la ciudad santa de Jerusalen que bajaba del cielo, simbolizando la venida de Nuestra Señora á España, cuya figura, llena de magestadly grandeza, aparecia sentada sobre un leon, como libertándose de las tinieblas de la gentilidad. En los lunetos habia otras historias sagradas, alusivas igualmente á la Vírgen, y eran María, hermana de Aaron, con trage de pastora, cantando al compás de una pandereta, con los israelitas, en accion de gracias por haber pasado el mar Rojo, y á la agraciada Abigail, cuando con su liberalidad templó la indignacion de David.

En las pechinas y entre las ventanas figuró el célebre artista varias heroinas de la escritura, y algunos profetas y patriarcas ascendientes de Nuestra Señora, y diferentes adornos de festones, targetas y flores. Eran tambien hechos por Jordan los dos cuadros grandes que habia en esta capilla, que representaban la restauracion de Madrid por la intercesion de Nuestra Señora de Atocha.

(1) Al primero de estos artistas le dió un bahido de cabeza, que se precipitó desde la linterna al pavimento de la iglesia, reventándose en la caida.

El rey D. Felipe V concedió dos títulos de Castilla para que su producto se invirtiese en la fábrica del precioso relicario y camarin que tenia la Señora, el cual se concluyó en 1738, y pasando Sus Magestades y Altezas Reales á verle el dia 5 de julio, para resarcir el sacrilego insulto que se habia hecho de robar las alhajas del adorno de María Santísima, el rey la ofreció un cofre con diez y siete joyas de estraordinario valor, y la reina doña Isabel un rico vestido y otras cuatro joyas de gran precio.

La arquitectura del camarin tenia poco mérito. Las pinturas de la primera pieza y otras del camarin primitivo las ejecutaron Ricci y Carreño: habia otras que eran de Dominico Greco, y otras tambien à la manera de Angelo Nardi y segun la escuela de Zúcaro. Veíanse tres cuadros más, que fueron copiados de un breviario del papa San Pio V y hechos al gusto de la escuela de Durero. Asimismo habia varias copias muy buenas del Españoleto.

Relicario del camarin de Nuestra Señora de Atocha.

En este relicario se veia un bajo relieve de bronce sobre campo de lapislazuli, que representaba á Nuestra Señora sentada con el niño en sus brazos: fué obra de Alejandro Algardi, como tambien los dos ángeles que habia en la parte superior del marco. Esta pieza del camarin formaba varias naves sostenidas de pilares cubiertos con 20 cupulillas: cada una contenia cuatro óvalos pintados de mano de Rovira, autor célebre, y representaban santos de la órden de Santo Domingo: sin embargo de que este profesor manifestó su estravagancia, se notaban buenas actitudes y pensamientos sublimes.

Habia varios escaparates, en donde se contenian historias y figurillas de plata, cristal de roca y otras materias preciosas. Habia tambien buenas pinturas de Gerónimo Espinosa.

Los cuadros del cláustro del convento, que espresaban la vida del patriarca Santo Domingo, eran de Bartolomé Cárdenas y Juan Chirinos, buenos artistas: los más se perdieron, quedando pocos y de malos retoques.

La sillería del coro era de nogal con columnas á los lados de cada silla.

El patronato de la capilla mayor de la iglesia del convento, cuya obra se concluyó en 1598, le tomó á su car

go doña Beatriz de Velasco, viuda de D. Rodrigo Manuel, é hija de los condes de Niebla. El resto del templo no se acabó hasta el siglo XVI.

Este convento tenia ochenta religiosos del órden de Santo Domingo, encargados del culto de Nuestra Señora de Atocha, y el prior era patrono de muchas obras pias en la córte. En el cláustro habia una capilla con un sepulcro, cuyo epitafio decia:

+

El beato P. Fr. Juan Hurtado de Mendoza, fundador de este convento. Murió á XXV de abril del año MDXXIII.

En la bóveda de los religiosos habia sepultados eminentes varones en santidad y letras, y en un epitafio se leia:

+

El beato P. Fr. Diego de Pineda, provincial de esta provincia de España.

Murió año MXXVII.

Tambien estaban allí sepultados el analista Fr. Gerónimo Vallejo; el celoso misionero Fr. Juan Bolante, contemporáneo de Felipe II, quien le tuvo en mucha estima; el Ilmo. Fr. Bartolomé de las Casas, obispo que fué de Chiapa; el famoso escritor Fr. Luis Lopez, y el distinguido orador Fr. Francisco de Pereda, cronista de Nuestra Señora de Atocha.

En la bóveda, debajo del altar mayor, tenian su enterramiento los condes de Niebla. Felipe IV espidió una real cédula prohibiendo que en la real capilla de Nuestra Señora de Atocha se sepultase persona alguna que no perteneciese á la real dinastía, y en la iglesia del convento, únicamente aquellos personajes que obtuviesen privilegio para ello; sin embargo, se leen aún rotulaciones sobre la sepultura de algunos regidores de nuestra coronada villa, y de un médico de eámara y alguno otro que se le conce→ deria esta gracia por méritos particulares.

Hoy estan tambien depositados en dos huecos en diferentes capillas los Excmos. Sres. duques de Bailen y de Zaragoza, por gracia particular de S. M. la Reina, y en el

panteon un parvulito, hijo de una de las Sermas. señoras infantas hermanas de S. M. el Rey.

Todos los monarcas, desde el emperador Cárlos I, se han distinguido á porfía en la devocion hácia Nuestra Señora de Atocha: las reinas católicas, los príncipes é infantes, han enriquecido este sagra lo simulacro con bellísimas dádivas, conforme á su real munificencia: con dificultad otra imágen pudiera presentarse con mas ricas joyas que la de Atocha: delante de ninguna otra se han postrado mas soberanos para adorarla.

El inmortal Cárlos III fué el que estableció el visitarla con su real familia en todos los domingos del año, estando en la córte: costumbre piadosa que observó en los dias de su reinado. A su imitacion, Cárlos IV estableció el que se cantase la salve en los días en que la visitase de ceremonia la familia real. Empero en 1809, reducido es. te convento á cuartel de las tropas francesas, fué incendiado en una noche, pereciendo los frescos de la capilla, destruido el camarin, robadas las alhajas de la Vírgen, las pinturas, las lámparas y cuanto de valor habia.

La imágen fué trasladada á la iglesia de Santo Tomás, donde los habitantes de esta villa no abandonaron su culto. Cuando el rey D. Fernando VII regresó á España en 1814, mandó restaurar la iglesia de Atocha y el convento casi de nuevo, regalando algunos cuadros de mérito de su real palacio para adorno del templo, y con el producto de una gran cruz de la real órden americana de Isabel la Católica, que concedió al arzobispo de Méjico, se construyó el elegante retablo mayor, bajo los planos de don Isidro Velazquez, arquitecto de S. M., cuyo lapicero es tan célebre en las academias; colgáronse las banderas y estandartes de los antiguos tercios, armadas y regimientos españoles y los conquistados á sus enemigos.

Y con una procesion general, eu que acompañaron las sacramentales, parroquias, comunidades religiosas, el cabildo, el ayuntamiento y la grandeza, fué llevada la imágen de Nuestra Señora desde el colegio de Santo Tomás á su propia iglesia, acompañando el rey y los infantes, con sus capellanes de honor, revestido de pontifical el Excmo. Sr. D. Francisco de Cebrian y Balda, obispo patriarca de las Indias, á los que seguian el cuerpo de Guardias de la persona de S. M. y la real compañía de Ala

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