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Moncada.

Y la excelente sangre derivada De muy grandes Señores de Alemania, Que su alto sobrenombre es de Moncada, Que no se perdió, aunque se perdió España: De azul y blanco traen toda pintada, La tabla de su escudo en su compaña, Que van de lo alto abaxo, y desta alcuña Es asiento agora Cataluña.

Rojas.

Cinco estrellas azules esculpidas,
En esse escudo de oro reluciente,
Son de los Rojas armas conocidas,
Un linaje famoso y excelente:

Junto á Virviesca fueron las manidas
En Burvena, en Castilla desta gente,
Aunque por todo el mundo, á do la llama
Del sol toca, estendida está su fama.

Luna.

El noble escudo al largo dividido
Del roxo y blanco, al largo, y media luna:
Que por mal y por bien los ha traydo,
En su mudable rueda la fortuna,
Y en Aragon oy dia, y antiguamente,
Sido ha su casa noble y excelente.

Velasco.

El escudo de campos amarillos,
Con siete escaques de hermosos veros,
De azul y blanco orlado de castillos
Y leones que se ven pintados fieros:
Es del linage en que muchos caudillos,
Capitanes, Señores, Cavalleros

Ha avido, y que hecho han grandes hazañas,
De Velasco, y su asiento en las montañas..

Arellano.

Essotro escudo, blanco y colorado,
Al largo con la orla de ocho flores
De Lis, en campo es del dotado
Linage, y con razon de mil loore's,
El linage Arellano asi es llamado,
Y los Cameros fueron sus Señores,
Y vienen de Navarra antes de Francia,
De los que daban Reyes á esta estancia.

Cervellon.

El ciervo azul enmedio muy l:ermoso
Del escudo gentil y colorado,
Es Cervellon, linaje muy famoso,
Que en Cataluña es tan estimado:

No es de vivir un cuervo poderoso,

Que vive un siglo, y dos, y aun me he acortado,
Quanto ha que passó el ciervo desta alcuña
De la casa de Jasa á Cataluña.

Fonseca.

Fonseca es cinco estrellas coloradas
En el campo, como flor amarilla
Que de sus antiquísimas moradas
De Portugal dejó su antigua silla:
Asi con las cervices ya cansadas,
Queria dar fin el Conde de Tendilla.

Zapata.

Essas cinco zapatas negras y oro,
Ajaquelas en campo colorado,

Que traen ocho escudetes del mismo oro,
Cada uno á banda negra atravessado:
Es de los cavalleros su decoro,
Que como ellas Zapatas se han llamado,
De Aragon de los Reyes excelentes:
Vienen del Rey Abarca aquestas gentes.
El Rey alzando, el rostro, vió otra parte
Resplandeciendo de oro unos escudos,

Sin señal ni bandera ni estandarte
En ellos, de entender lo que eran rudos;
Y cómo (dijo al conde) estan deste arte,
De cuyos estos son por sí tan mudos?

¿

Miró, y viendo por los que el Rey deccia,
Assi el destos que oys le respondia.
Señor, estos escudos tan ornados,
Que estan de oro gentil resplandecientes,
Que de toda divisa despintados

Estan, bien que son claros y excelentes:
Son de muchos linages señalados,

Que no estan ya en memoria de las gentes.
Passó la edad su punto, y la malina
Los nombres le quitó con su neblina.
Asi mirara el Rey como admirado
Los linajes de España á cada banda;
Mas fué en esto á cenar importunado,
Que ya se le enfriaba la vianda.
Dexo otros mil y mil que no he contado,
Mas claros en valor claro anda,

Sin poder, no en diez noches, mas ni en ciento,
Tener de los demás conocimiento.

Pero volvió, al salir, á una pintura
Los ojos cuando alli passando vino,
Que una oficina de armas propia y pura
Parecia: á un lado estaba un gran molino,
Que siempre dando vueltas se apresura,
Que por mil vias, y no por un camino,
Unas hermosas mozas y adornadas
Cada una á él con su carga iban cargadas.
Y se vian estar alli como herreros,

Muchos grandes varones martillando,

De un monton (como un chaos de armas severos
Unas y otras pastas del sacando):
El Rey que no desto otros letreros,
El rostro tornó al conde, preguntando
Qué era aquella pintura tan contenta,
Dió della el conde al Rey aquesta cuenta:
Señor, el monton de armas juntamente
Que ves aquel rincon aun no labradas,
Son las que en la divina y alta mente
Está que han de salir determinadas:
Los que estan martillando, son la gente

Que despues harán cosas señaladas,
Yobrando y martillando ellos su historia,
Para sí harán armas, honra y gloria.
Y las llenas de muchas gentilezas,
Esas mozas hermosas tan pintadas,
Que con lo que estos obran sus proezas,
Por mil vias al molino van cargadas:
Son de uras y otras formas las riquezas
Que llevan las hazañas señaladas,
A las que dan color y lustre dino,
Llevándolas como armas al molino.
Y el molino es tiempo apresurado,
Que está siempre volviendo y volteando,
Y haze lo mohoso y mal limado,

Volviendo á estar como armas relumbrando:
Asi que trabajando un hombre honrado
Las riquezas y el tiempo vuelta dando,
Aunque oscura esté y muerta aora su llama,
Haran linajes y armas de gran sama.
El Rey fué loando mucho esta pintura,
Donde tenia la cena aparejada,

De quanto el aire, el mar y la verdura
De la tierra sostiene en su morada:
Mas por un rato aquel que esta lectura
Le es grata, y le deleità algo, y le agrada,
Me consienta que huelgue en esta venta,
Pues tambien lo querrá á quien no contenta.

A todos los que venian con el rey, se les hizo honrado hospedaje de posadas y comidas para ellos y para sus criados y caballerías: las mesas tan llenas de viandas, que mostró el duque la magnanimidad suya y la estimacion debuta á tal huésped.

Al dia siguiente hubo toros y juegos de cañas de solos los caballeros de Guadalajara, porque estaba la ciudad tan poblada de ellos, y habia tantos caballos y estaban tan diestros, que de la noche á la mañana se ordenaba un juego de cañas, y lo mismo era romper lanzas que tornear y justar, sin mas prevencion que querer. Así se esplica el cronista Nuñez de Castro en la página 173 de su historia.

Al otro dia, despues de los toros y cañas, tuvo el duque D. Diego una lid de animales feroces para festejar al rey,

añade el mismo cronista, que podia hacerlo con faciliad, porque tenia para ostentacion de su grandeza una casa de fieras, donde criaba leones, tigres, onzas y otros animales de este género. Hízose en la plaza del duque una empalizada, y lucharon dentro de ella un leon y un toro; arremetieron el uno al otro, y parecia que al primer choque se habían de despedazar; y no fué así, que ambos salieron vivos: acabada esta lucha, se retiraron ambos sin volver mas á acometerse.

Otro dia tuvo una justa real, con su tutela y premios costosos, espectáculo muy vistoso y en que los de Guadalajara ganaron mucha fama en la opinion del francés. Concluyéronse las fiestas con un torneo de á caballo, cosa muy lucida: omitimos hablar de las músicas, bailes, danzas y demás regocijos con que el duque D. Diego obsequió al rey de Francia, en gracia de la brevedad. Y dice la Historia pontifical, que compuso el doctor Gonzalo de Illescas, que le presentó al rey Francisco I, el duque mencionado, tan ricas y costosas joyas, que no se las pudiera haber regalado mejores el emperador. Dióle tambien hermosos caballos con ricos jaeces bordados de oro y plata de chapería, mulas muy lucidas con guarniciones y gualdrapas de terciopelo, pájaros de caza de cetrería, admirables halcones, gerifaltes, saires y neblíes, perros de caza y cazadores muy diestros en la montería y cetrería, piezas de brocados, telas de oro y plata y granadas de polvo, con otras cosas de este género.

El Sr. Hernandez de Alarcon, reconociendo la grandeza y escelencia de esta casa, trató de casar á su hija única doña Isabel con D. Pedro Gonzalez de Mendoza, sobrino del duque del Infantado, hijo de D. Alvaro, su hermano, y de doña Teresa Carrillo: hiciéronse los tratados matrimoniales con gran solemnidad, siendo presencial el rey Francisco I, quien lo autorizó.

Salió el francés de Guadalajara dando las debidas gracias al duque del Infantado por la magneficencia de tan espléndido hospedaje, y dijo que la mayor grandeza que habia visto en España de cuanto tenia el emperador, era tener un vasallo tan opulento como el duque del Infantado, y una ciudad tan lucida, poblada de tan ricos magnates, como Guadalajara. Luego que partió el rey de Guadalajara, sucedió que, sacando del palenque al leon que habia luchado con el toro, se saltó, y en cuatro saltos se

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