Moncada. Y la excelente sangre derivada De muy grandes Señores de Alemania, Que su alto sobrenombre es de Moncada, Que no se perdió, aunque se perdió España: De azul y blanco traen toda pintada, La tabla de su escudo en su compaña, Que van de lo alto abaxo, y desta alcuña Es asiento agora Cataluña. Rojas. Cinco estrellas azules esculpidas, Junto á Virviesca fueron las manidas Luna. El noble escudo al largo dividido Velasco. El escudo de campos amarillos, Ha avido, y que hecho han grandes hazañas, Arellano. Essotro escudo, blanco y colorado, Cervellon. El ciervo azul enmedio muy l:ermoso No es de vivir un cuervo poderoso, Que vive un siglo, y dos, y aun me he acortado, Fonseca. Fonseca es cinco estrellas coloradas Zapata. Essas cinco zapatas negras y oro, Que traen ocho escudetes del mismo oro, Sin señal ni bandera ni estandarte ¿ Miró, y viendo por los que el Rey deccia, Estan, bien que son claros y excelentes: Que no estan ya en memoria de las gentes. Sin poder, no en diez noches, mas ni en ciento, Pero volvió, al salir, á una pintura Muchos grandes varones martillando, De un monton (como un chaos de armas severos Que despues harán cosas señaladas, Volviendo á estar como armas relumbrando: De quanto el aire, el mar y la verdura A todos los que venian con el rey, se les hizo honrado hospedaje de posadas y comidas para ellos y para sus criados y caballerías: las mesas tan llenas de viandas, que mostró el duque la magnanimidad suya y la estimacion debuta á tal huésped. Al dia siguiente hubo toros y juegos de cañas de solos los caballeros de Guadalajara, porque estaba la ciudad tan poblada de ellos, y habia tantos caballos y estaban tan diestros, que de la noche á la mañana se ordenaba un juego de cañas, y lo mismo era romper lanzas que tornear y justar, sin mas prevencion que querer. Así se esplica el cronista Nuñez de Castro en la página 173 de su historia. Al otro dia, despues de los toros y cañas, tuvo el duque D. Diego una lid de animales feroces para festejar al rey, añade el mismo cronista, que podia hacerlo con faciliad, porque tenia para ostentacion de su grandeza una casa de fieras, donde criaba leones, tigres, onzas y otros animales de este género. Hízose en la plaza del duque una empalizada, y lucharon dentro de ella un leon y un toro; arremetieron el uno al otro, y parecia que al primer choque se habían de despedazar; y no fué así, que ambos salieron vivos: acabada esta lucha, se retiraron ambos sin volver mas á acometerse. Otro dia tuvo una justa real, con su tutela y premios costosos, espectáculo muy vistoso y en que los de Guadalajara ganaron mucha fama en la opinion del francés. Concluyéronse las fiestas con un torneo de á caballo, cosa muy lucida: omitimos hablar de las músicas, bailes, danzas y demás regocijos con que el duque D. Diego obsequió al rey de Francia, en gracia de la brevedad. Y dice la Historia pontifical, que compuso el doctor Gonzalo de Illescas, que le presentó al rey Francisco I, el duque mencionado, tan ricas y costosas joyas, que no se las pudiera haber regalado mejores el emperador. Dióle tambien hermosos caballos con ricos jaeces bordados de oro y plata de chapería, mulas muy lucidas con guarniciones y gualdrapas de terciopelo, pájaros de caza de cetrería, admirables halcones, gerifaltes, saires y neblíes, perros de caza y cazadores muy diestros en la montería y cetrería, piezas de brocados, telas de oro y plata y granadas de polvo, con otras cosas de este género. El Sr. Hernandez de Alarcon, reconociendo la grandeza y escelencia de esta casa, trató de casar á su hija única doña Isabel con D. Pedro Gonzalez de Mendoza, sobrino del duque del Infantado, hijo de D. Alvaro, su hermano, y de doña Teresa Carrillo: hiciéronse los tratados matrimoniales con gran solemnidad, siendo presencial el rey Francisco I, quien lo autorizó. Salió el francés de Guadalajara dando las debidas gracias al duque del Infantado por la magneficencia de tan espléndido hospedaje, y dijo que la mayor grandeza que habia visto en España de cuanto tenia el emperador, era tener un vasallo tan opulento como el duque del Infantado, y una ciudad tan lucida, poblada de tan ricos magnates, como Guadalajara. Luego que partió el rey de Guadalajara, sucedió que, sacando del palenque al leon que habia luchado con el toro, se saltó, y en cuatro saltos se |