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ció gran parte de la nobleza portuguesa, y otros quedaron en poder de los mahometanos: asimismo murió tambien el rey Muley y su hermano el de Marruecos: el primer o, aliogado en las corrientes de un rio caudaloso; y el se-gundo, en la litera que le conducia, porque estaba enfermo. La refriega duró cinco horas, sostenida con ardo r por los portugueses. El rey Felipe II de España, que se hallaba en el monasterio de Guadalupe, desecho esta alianza, aconsejándole hiciera lo mismo al rey D. Sebastian, que tambien estaba en Guadalupe, á cuyo dictámen se asoció la abuela del último de estos monarcas y su tio el cardenal D. Enrique.

Dia 9.

Mucho tuvo que reformar en sus Estados D. Alonso XI, despues que, llegando á la edad para gobernar por sí el reino, halló innumerables abusos introducidos en el tiempo de su tutoría y de la privanza de Alvar Nuñez, que por sus escesos contrajo en la boca del rey y de todos los vasallos el feo nombre de traidor, como prueban varios diplomas y escrituras de aquellos años. Algunos de estos abusos se cortaron en las Cortes de Valladolil de 1325, donde se entregó al rey el gobierno de la monarquía; pero no cèsó por esto de llamar contínuamente á las Cortes para deliberar con maduro consejo sobre varios puntos que exigian pronta reforma.

Entre ellas son, desde luego, unas de las mas célebres, las tenidas en esta coronada villa de Madrid en el año de 1329, y cuyo cuaderno de peticiones, que llegaron al número de 89, fueron respondidas por el rey en este dia 9 de agosto, mandando que el traslado de ellas se pasase á todas las ciudades y villas cabezas de partido, para que sus deliberaciones tuviesen fuerza de ley, y por consiguiente, se uniesen como tales á las municipales de los pueblos dándoles valor y observancia con preferencia á ellas.

Unas circunstancias tan atendibles han hecho que todos los jurisconsultos de los siglos XIV y XV hayan reconocido este cuaderno como uno de los primeros códigos de leyes castellanas; así que en varias Córtes poste riores se renueva el precepto de que se siga. Arias, Balboa, Bustamante, el relator Diaz de Toledo, y, en fin,

cuantos comentaron nuestras leyes hasta los Reyes Católicos, hacen muy particular memoria de las que comprende, no siendo menos recomendable el que sus constituciones tengan un lugar distinguido y continuado en las recopilaciones que se publicaron en el reinado de aquellos monarcas y en los tiempos siguientes. Recorrer aquí cada una de estas peticiones y respuestas, seria cosa di~ latada. Ellas merecen de justicia que se impriman, para que los juristas vean en su fuente la ley que ahora solo leen en estracto en las Ordenanzas Reales y Nueva Recopilacion, ó en otros cuerpos legales de que ya tenemos noticia. La legislacion de D. Alonso XI es, sin disputa, la fundamental de la mayor parte de la que al presente rige. No es tumultuaria, no es vaga, es reflexionada y es constitucional de nuestra monarquía. Quien no lo crea, registrela y reflexiónela con madurez, y hallará en ella los fundamentos de esta proposicion.

Dia 10.

En una de las noches de agosto del año 261, en que se veian iluminados los jardines del suntuoso palacio de Galieno, y los ecos armoniosos de la música resonaban por los aires; mientras que la grandeza romana era obsequiada en un espléndido banquete, donde alternaban el lujo y la belleza; mientras que en aquella bulliciosa orgía se prodigaban aplausos al emperador Valerio por su decreto terrible de esterminio lanzado contra el cristianismo, en cuyo cumplimiento iba á ser decapitado el pontifice máximo Sisto II, significando con esto herir la cabeza de la cristiandad, subia triste, silencioso, por el monte Celso, protegido de la oscuridad, entre la fatiga y el recelo, un jóven que cargaba sobre sus hombros un saco: este jóven no era otro que Lorenzo, el diácono del pontífice y natural de nuestra España, y segun la tradicion, hijo de la esclarecida Valencia 6 de Huesca, el cual, conociendo que iba á ser tambien sacrificado, andaba en busca de los pobres para repartir entre ellos los escasos tesoros y alhajas de la Iglesia, objeto de la rapíña de los tiranos.

Allí, en el monte Celso, tenia su habitacion una matrona ilustre, denominada Ćirila, en cuya cueva se habian guarecido muchos cristianos fugitivos de la cruel persecucion que contra ellos se habia suscitado. Aquella noble

hospitalaria padecia agudas dolencias, y de sus resultas estaba acometida de un accidente mortal. El jóven levita, luego que abrió el saco y hubo socorrido á los indigentes, sanó prodigiosamente á Cirila y se apartó de su morada, despidiéndose de todos para ir al martirio. Apenas apareció la luz del dia, ya se notaba obstruida de gentes la carrera desde la cárcel Mamertina al templo profano de Marte, para presenciar el suplicio de Sisto II. Lorenzo, que ya habia distribuido el resto de los tesoros que custo-, diaba entre los acogidos en la gruta Nepociana, bañado en lágrimas se arroja à los pies del pontífice, dándole cuenta de la distribucion de los tesoros que le habia depositado. Un agente del emperador, que oyó hablar al papa y á su diácono de tesoros, asegura al jóven español y le hace comparecer en los estrados del gobernador de Roma, quien abrigaba la idea de infinitos talentos de oro ocultos en las grutas de los cristianos. Pregúntale al jóven levita por los cálices y turiferarios de oro, por los candelabros y las lámparas de plata, por los millones de sextercios y por las oblaciones cuantiosas de los cristianos, oculto todo, segun él, en desconocidos subterráneos. Pídeselos en nombre del tesoro público, pónderale sus atenciones y su angustioso estado, la necesidad apremiante de pagar sus haberes á las legiones, y por último le echa en cara su codicia y habla espiritualizando la Iglesia.

Lorenzo le escucha y le hace ver que la Iglesia es mas opulenta que el César, ante cuyo trono se aglomera el oro del mundo, y le ofrece presentar los tesoros por que le ar-, guye: un término de tres dias pide Lorenzo al gobernador, quien se lo otorga lleno de avidez y de alegría. En este breve plazo, el jóven levita fué discurriendo por las calles y plazas públicas y por los cuarteles de Roma, logrando reunir multitud de indigentes qne cubrian su desnudez con harapos; y cuando el gobernador creia apoderarse de infinitas riquezas, ve entrar por sus átrios aquella tropa de desdichados, capitaneada por Lorenzo; sin embargo, todavía cree que traerán ocultos los tesoros; baja con Lorenzo á su pórtico, y solo escucha lamentos y gemidos.

Aquel, y no otro, le manifestó el diácono, era el pingüe patrimonio de la Iglesia. Entonces el prefecto, que ve burlados sus deseos, manda que á Lorenzo lo estiendan sobre un caballete y le fracturen sus miembros. Desde

este horrendo suplicio le hace conducir á la prision, donde el centurion Roman, trayendo una redoma con agua, , le pide el bautismo, valiéndole al soldado el martirio. Al dia siguiente sacan los cuestionarios á Lorenzo de la cárcel, y arrancándole su túnica con fiereza, le estienden en unas parrillas sobre fuego lento, donde luego que le hubieron asado la mitad de su cuerpo, invitó al tirano para que le mandase mudar de postura y se tostasen por igual sus earnes. Despues, con la sonrisa en sus lábios, mira al gobernador y compadece á Roma, y, elevando los ojos al cielo, espira tranquilo.

Roma entonces tenia en sus manos todos los cetros de la tierra; ante su quirinal toga se postraba el mundo; allí todas las naciones confundian su lenguaje y perdian sus costumbres, su genio y sus hazañas. Empero la partida del mártir aligera los males de Roma; la cabeza del orbe se bautiza y regenera á las demás naciones de la tierra. El Senado no adora ya los ídolos de la Frigia, ni los penates de Troya, que, estrañados de su patria, encontraban asilo en los lugares de Roma. Júpiter cayó con el Capitolio, y delante de la tumba gloriosa de los príncipes de los apóstoles se quema ya incienso.

Dos hermanos piadosos recogieron los sagrados despojos de la hoguera, cargando sobre sus espaldas con el cadáver del mártir, sepultándolo en un cripto situado sobre la via Tiburtina, y de la pertenencia de Cirila. El jóven levita fué enterrado con la cabeza envuelta en un lienzo que le habia servido para enjugar los pies á los pobres cuando hizo la ceremonia de labárselos. Al abrirse su se~ pulcro, antes de hacerse su traslacion á la antigua basílica edificada en este mismo sitio, se hallaron calcinados los huesos del mártir, en testimonio de su tormento prolongado.

En este dia del año 1746 fué aclamado por rey en Madrid D. Fernando VI, hijo de Felipe V y de su primera mujer doña María Luisa de Saboya.

Entrada del rey Francisco I de Francia en Guadalajara.

En este dia del año 1525, viniendo prisionero el rey de Francia Francisco I á Madrid, entró en ìa ciudad de Guadalajara, en donde se levantaron arcos de flores para recibirle, adornándose con tapicerías las casas mas princi

pales, á lo que se siguieron otras fiestas para darle honorífico hospedaje. Salió á recibirlo el ayuntamiento, el cabildo parroquial, los grandes y señores de título: veníanle custodiando Hernando de Alarcon, marqués de la Vala Si ciliana, con una compañía de infantería, cuyo capitan era Hernando de Figueroa, hijo de Hernando Beltran de Guzman, natural de Guadalajara, que se halló en la batalla donde el francés fué vencido, y Gregorio de Lezcano, su alférez, natural tambien de la misma ciudad.

Venia igualmente custodiando al rey Gomez Suarez de Figueroa, hermano del capitan Hernando, uno de los mas insignes ciudadanos de Guadalajara, capitan de caballos en Lombardía, embajador en Génova y lugar- teniente del césar Cárlos I en la milicia italiana. Despues del recibimiento solemnísimo que le hizo la ciudad al rey prisionero, el duque del Infantado, D. Diego Mendoza, que á la sazon estaba enfermo de gota y tan impedido que apenas podia movérsele, se vió privado de salir de su palacio á obsequiar al rey, como los demás nobles; pero envió al conde de Saldaña, su hijo, para que le representase, acompañado de sus hermanos y primos á caballo con escelentes galas en sus personas y lucidas libreas en pages y lacayos era tan numerosa la comitiva de la casa del Infantado, que habiéndose juntado todos en el Mamparo, ermita ó santuario fuera del arrabal, puestos en órden para venir con el rey, las primeras trompetas y atabales İlegaban al palacio del duque y los últimos estaban junto á la ermita. Toda esta lucida cabalgata y la de la ciudad llegaron al alcázar de S. E., el cual, no obstante el mal estado de su salud, se hizo conducir en una silla de manos hasta el patio, hablando sentado con Francisco I: et duque tenia las manos estraordinariamente hinchadas, por lo que un page tuvo que quitarle el chambergo de plumas al dirigir la palabra al rey, que de pie le escuchaba con agrado.

Aposentóse el rey en el salon suntuoso llamado de los linajes, el cual, con las demás cuadras, estaba con tanto adorno de ricas colgaduras, que admiraba á todos: los techos asemejaban á una ascua de oro, y el lujo de la familia y criados era sorprendente.

Don Luis Zapata en su Cárlos Famoso describe la elegancia y gusto de esta galería, con todos los que en ella estaban retratados; y por ser cosa curiosísima en estremo,

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