Imatges de pàgina
PDF
EPUB

quedar definitivamente investido con la autoridad del magisterio, y para ennoblecerme con el título de compañero y hermano vuestro por el sagrado vínculo de este sacerdocio tan augusto que en las inefables delicias de la pureza con quel pensamiento científico se desenvuelve, fecundiza la vida del indivíduo y de la humanidad, mostrando en las generaciones renacidas al suave calor de su paternidad bendecida, que no las ha educado en vaha especulacion de contrarios principios y en lucha encarnizada dopuestas teorías; sino en el claro conocimiento de verdades prácticas que convierten la vida en arte preciosísima de buenas y bellas obras para nuestro supremo destino y eterna bienandanza. Exponer, solamente por exponer; criticar, sólo por criticar, ni la Filosofía lo cctsfente, ni es investigacion científica con racional enlace y fin preconcebido; pero, buscar entre los criterios de moralidad que los distintos sistemas filosóficos han traido en el histórico desenvolvimiento reflexivo de la razon, el que reuna las condiciones de verdad entera, pudiendo servir para nuestra conducta en la vida práctica, como seguro é infalible medio de comprobacion de nuestros actos en cada momento; fijar un principio universal y eterno al cual se ajuste y úna la conciencia sin vacilacion, ni duda, presentando la plenitud de lo que debemos realizar en sucesiva manifestacion de esencia siempre llena é inagotable; dar al espíritu luz que no puedan oscurecer las tinieblas de la pasion, ni hacer vacilar las fluctuaciones de lo mudable y temporal; sino. por el contrario, vigorizar al hombre justo, sostener al guardador severo de la ley, hacerle fuerte é invencible entre las sugestiones del vicio, ofreciendo á nuestra imitacion y culto aquel sublime tipo que tan bellamente nos describe Horacio: Si fractus illabatur orbis, impavidum ferient ruina; esto es lo filosófico y racional, este es el fin que debemos proponernos en la presente exposicion y crítica. Y como toda cuestion filosófico-moral se funda y determina segun una teoría metafisica, no será fuera de propósito analizar préviamente el contenido de los dos conceptos: moralidad y criterio' para dentro de ellos desenvolver nnestra exposicion y razonar nuestra crítica.

II.

Realizar lo posible de nuestra esencia racional en esta vida, hacerla efectiva en determinados y temporales actos por libre voluntad y cono

cimiento de la propia ley, que es lo eterno y permanente del hombre en

y

sobre su mudable efectividad, es ejecutar el bien, cumplir con nuestro fin humano, obrar moralmente. La voluntad, en cuanto se determina libremente segun el conocimiento, es lo que se denomina intencion.

Moralidad es, pues, la relacion entre el sujeto que intencionadamente ejecuta una accion y la accion misma, hecha efectiva en vista de la ley. Aquí encontramos que la moralidad, como concepto relativo, consta de dos términos: de un sujeto, que es el yo; y de un objeto, que es su propia esencia. El sujeto es el hombre libre y consciente; el hombre que de sí y por sí, esto es, por motivo y voluntad propios, no por ajeno impulso ó influencia extraña, teniendo, además, conocimiento reflexivo del fin, se manifiesta en actos determinados. El objeto es la ley de su naturaleza humano-racional, su esencia en cuanto mira á ser realizada, su bien.

Siendo el conocimiento de la ley requisito indispensable para la moralidad, y variando éste en razon de los grados de cultura del sujeto, la ley será para el individuo tal, como se imponga á su conciencia. Si lo que subjetivamente aparece como bien, coincide con la realidad, con el bien en sí, la accion que de aquí resulte, será objetivamente buena; en el caso contrario, será objetivamente mala; pero en ambos el sujeto obrará con extricta moralidad: porque ejecuta un acto conforme á lo que en su conciencia es su ley. La relacion aquí es positiva; pero, cuando la accion se efectúa contra la ley, así subjetiva, como objetivamente buena, la relacion es negativa, y el acto inmoral.

De aquí se deduce que en tanto será un acto absolutamente bueno, en cuanto se acuerde con esa ley suprema de nuestra vida, siendo por el contrario malo, cuando se aparte de ella y la contraríe, y que, si la ley se presentase siempre en su propia luz y plenitud de esencia, sin que extraños obstáculos viniesen á oponerse á su cumplimiento, nosotros hariamos en todos los momentos lo absolutamente bueno, sin sufrir en nuestra línea de conducta ningun desvío; pero hay que tener en cuenta que para ser hecha efectiva la ley, ha de ser vista reflexivamente por el sujeto, y que esta percepcion depende de su estado, de las circunstancias que le rodean, de los motivos que le solicitan, y de la fuerza con que estos obran sobre su conciencia: razones todas que contribuyen á desfigurar la ley, y hacerla aparecer de una manera distinta de la absoluta y propia. La ley entonces, aunque imponiéndose en forma de mandato incondicional, si

bien no es la ley en absoluto, es la ley para nosotros: porqué es la ley que nuestra conciencia ve y conoce, y como la conciencia es el único medio de que nosotros podemos disponer en este caso, la acciou que se conforma con él, será moral, y la contraria inmoral. La moralidad, pues, depende en último análisis de la intencion.

Quidquid agant homines, intentio judicat omnes.

Mas, la intencion se determina por el motivo de obrar, que es al mismo tiempo principio de juzgar acerca de la moralidad ó inmoralidad de nuestros actos; principio á que se ha dado el nombre de criterio, de la palabra griega kpiτýptov (lo que sirve para juzgar), procedente del verbo kρivo (separar, distinguir, juzgar).

Ahora bien: presentándose la ley como eterna é inmutable, y siendo vista por la conciencia en forma de mandato incondicional, 6 imperativocategórico, como lo llama Kant, envuelve la exigencia de su cumplimiento por puro motivo de obrar.-Mi esencia entera, racional, que es mi ley, impulsa á mi actividad, para que en cada instante la haga efectiva; pero, no realizando yo en mis actos, sino aquella parte de mi posibilidad que cabe entónces determinarse, quedando siempre un todo esencial de posibilidad que no se agota, ni menoscaba por más actos que de mí ponga yo en la vida, soy de nuevo y contínuamente compelido á seguir manifestando sucesivamente, y completando mi realidad: yo, como activo y temporal, estoy en deber para con mi esencia eterna que es mi ley. Esa relacion de positivo enlace y union entre mi actividad como inmediata causa de mis hechos, por una parte, y el deber, como causa remota, por otra, es lo que llamamos obligacion: yo estoy obligado; yo, como activo, como autor de hechos, estoy atado al deber; á hacer efectiva mi esencia entera, como es posible y factible en cada momento.

Hemos, por consiguiente, hallado en este análisis un término de juzgar la moralidad de nuestros actos, un criterio seguro é infalible que es el deber; y, segun la nocion que de este concepto hemos adquirido, podemos, condensando en ordenada série lo expuesto, enumerar sus propiedades esenciales: 1a siendo todo acto humano una determinacion de la esencia humana que es una é idéntica en todo hombre, el criterio moral debe ser igual para todos: debe ser universal, pudiendo expresarse de este

modo: Obra de manera que tu conducta pueda convertirse en ley universal; a siendo, además, toda esencia ley de sus manifestaciones, y, por consiguiente, eterna é inmutable en y sobre toda determinacion, realizada en el tiempo, el criterio de moralidad es lo permanente á que se relaciona esencialmente lo actual, y por lo mismo debe ser eterno; 33 por el supuesto de ser este el término último y supremo de comparacion para todo hecho moral, no puede estar sujeto á condicion: porque aquel principio por quien fuese condicionado, sería el verdadero criterio de moralidad. El criterio, pues, debe ser absoluto, pudiendo expresarse en esta fórmula categórica: Haz el bien por el bien; ó en esta otra: Cumple como ser racional sin consideracion alguna, suceda lo que quiera. 4a y última; el criterio debe ser inmediato: porque de lo contrario, el término del juicio moral sería el medio para conccer el criterio, y no el criterio mismo.

III.

De esta manera visto el motivo y criterio moral en su propia y entera unidad, desde luego y sin ulterior indagacion, nos lleva á pensar en una variedad de móviles y criterios, que, como otros tantos aspectos y vistas parciales del fundamental, interiormente se condicionan, no negando, sino, por el contrario, afirmando la unidad de aquel en quien son y se manifiestan; pero, no pudiendo el motivo y criterio entero aparecer en un solo momento, como es precisa condicion de toda esencia que vive en el tiempo, se desenvuelve parcialmente, mostrando el predominio de unos criterios sobre otros, negándose mútuamente cada vez, completando en su misma oposicion la esencia total, y mostrando algo de comun que hace presentir la armonía de todos ellos, sin menoscabo de su valor propio dentro y bajo el superior criterio racional.

Este presentimiento se confirma, cuando en la Historia aparece con la primera edad de la Filosofía, la unidad indistinta, confusa y embrionaria que le es propia, y con ella las concepciones panteísticas que borran toda individualidad y diferencia, y consiguientemente la negacion. implícita de todo motivo y criterio de moralidad; en la segunda con la aparicion de sistemas y vistas parciales que aisladamente absorven la vida reflexiva, y pretenden encerrar con exclusivismo en sus móviles y criterios la absolutividad del criterio uno y entero; pero, sistemas que á

su pesar, progresivamente alcanzando mayor altura, y admitiendo cada vez un elemento más racional, se niegan á sí mismos, y preparan la época cuyos benéficos influjos comienzan ya á sentirse, no obstante las antiguas luchas entre opuestos sistemas y su tenaz resistencia á entrar en el período armónico, adonde la edad viril de la humanidad los guia.

IV.

En efecto, si ligeramente bosquejamos las diversas faces del Panteismo que nace, cuando, extraviado el hombre del verdadero conocimiento de la Divinidad, vive unido con la Naturaleza, y parece confundirse con ella en el seno de su creador; si prescindimos de las gigantescas concepciones que la fuerza del pensamiento oriental hace brotar del fondo de su idea, presentándolas su fantasía con las brillantes formas de que la naturaleza, virgen en su primera edad, se reviste en aquellos países; el pensamiento descarnado nos mostrará el abismo, adonde la negacion de la personalidad humana, de la actividad libre y de la propia conciencia, los arrastra. Talmente nos lo hacen ver la teología indiana y los sistemas metafísicos que, unas veces conforme, y otras contra los principios en los Vedas establecidos, se desenvuelven, y los extensos cantos épicos, donde, entre luchas seculares, revélase la antiquísima existencia de pueblos, cuya huella no consignó la historia, formando un cuerpo de literatura original y propia que en sus bélicas excursiones recogen los literatos griegos.

Enseñando los Vedas que sólo existe Brahma, y que todo nace de su propia sustancia, como la tela de la araña, las chispas de la hoguera, las burbujas del agua de los mares; que lo visible es ilusion, y que toda la ciencia está fundada en la negacion completa de nuestra personalidad y en la aspiracion á libertarse de la molesta carga de la vida; por este mismo hecho no hay acciones buenas, ni malas, ni hay libertad, ni hay conciencia, ni ley, ni moralidad.

Bien clara aparece esta doctrina en el siguiente texto del ManavaDarma-Sastra: «El alma, dice, son todos los dioses; en el alma suprema reposa el universo; ella produce la série de las acciones de los séres animados. El gran Sér más sutil que un átomo, envuelve en sí á todos los formados por los cinco elementos, y los conduce paso á paso del nacimiento al desarrollo y á la disolucion. De este modo el hombre que reco

« AnteriorContinua »