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los códigos convencionales de críticos, eruditos tal vez, más sin gusto ni discernimiento, y el fárrago de reglas caprichosas que sacrifican á una falsa correccion, la verdadera, la genuina correccion, que no es, en suma, otra cosa, que el respeto y observancia de las leyes de nuestro espíritu. Confirma y acata una verdad superior que se ha comprobado en todas las esferas del conocimiento: la ley de evolucion; puesto que estando sometido á dicha ley todo organismo y toda actividad, no puede sustraerse á ella el arte, que es una de las formas en que se manifiesta la actividad humana.

Con todo; esta doctrina conciliadora es incompatible con el modo de ver de los que defienden el llamado arte docente, quienes afirman que el arte sería poco menos que una fruslería si tuviese por fin capital producir bellezas, y que debe, por tanto, ponerse al servicio de la moral y la

enseñanza.

Ocurre ante todo preguntar si la doctrina del arte docente es aplicable á todas las artes ó si ha sido creada solamente para prez y gloria de la literatura; porque si lo primero ¿qué moralidad encierra una sonata. de Beethoven, el Apolo de Belvedere 6 la Venus de Milo? Y si lo segundo, no es difícil probar que la tendencia docente sólo ha sido parte á esterilizar más de un ingenio y á torcer la interpretacion legítima de las producciones de más alto valer. Citemos ejemplos.

El Quijote, como toda obra inmortal, ha tenido innumerables anotadores, comentadores y críticos, que no comprendiendo por qué virtud oculta una obra de entretenimiento causaba el asombro de propios y extraños, se dieron á desenterrar de sus inocentes páginas tesoros de erudicion, de filosofía, de moral, de jurisprudencia, de politica y creo que hasta de medicina, para justificar á sus ojos un mérito que no acertaban á descubrir. «Hicieron de Cervantes--como dice Valera en el más juicioso discurso sobre el Quijote leido en la Academia-hicieron un terrible erudito, un reverendo moralizador, un purista escrupuloso, un atildado hablista, un siervo de las reglas.........» «por donde, sin advertir méritos que realmente tiene, le atribuyeron otros que nunca tuvo, ni quiso, ni soñó tener en la vida».

No resisto á la tentacion de transcribir algunos párrafos de Valera, no tanto para robustecer mis argumentos, como para amenizar esta árida y escueta disertacion.

y

Demuestra en el mensionado estudio que juzgado el Quijote á la luz del pseudo clasicismo francés, se presta á la censura, porque esa doctrina (dice) «cifraba todo el valor de una obra literaria en el atildamiento, en la correccion escrupulosa, en la regularidad y simetría de las partes, y en el primor de la estructura, subordinando la poesía á un fin extraño, á un propósito subalterno, á una leccion moral, á la demostracion de una tésis»; se burla donosamente de la hipérbole monstruosa de llamar á Cervantes Ilustrador del género humano porque escribió un libro admirable de entretenimiento; censura á Clemencin que «amenudo exige de Cervantes una exactitud tal en los términos, una precision tan rigurosa y una dialéctica tan severa que nunca, ó rara vez, fueron prendas de los poetas inspirados, sino de los filósofos de estilo frio y erizado de fórmulas de los retores y gramáticos más acompasados y secos». Concluye examinando el comentario que llama filosófico, y se expresa así: «Cervantes no ha descubierto ninguna verdad. Cervantes era poeta, y ha creado la hermosura, que siempre, no ménos que la verdad, levanta el espíritu humano, y ejerce un influjo benéfico en la vida de los pueblos y en los adelantos morales. «Los antecedentes de Cervantes confirman más aún que no hay tales filosofías y sabidurías en el Quijote. Tirso, Lope, Calderon y otros muchos poetas de España, habian estudiado más, sabian más y eran más eruditos que Cervantes. Cervantes era (¿y por qué no decirlo?) un ingenio casi lego.» «Las advertencias que hace el ingenioso hidalgo á Sancho, cuando este va á gobernar la insula, las doctrinas literarias del canónigo, y otras máximas sobre política, moral y poesía, á no ser por la elegancia, por el chiste ó por la nobleza de los afectos con que se expresan, nunca traspasan los límites del vulgar, aunque recto juicio. El discurso sobre la edad de oro no es más que una declamacion brillante y graciosa.>>

Pudiera decirse de esta cohorte de cervantómanos, lo que se ha dicho de Moratin con respecto á Shakespeare, que para él era el Hamlet el libro de los siete sellos.

Tambien Shakespeare ha sido juzgado por algunos críticos como profundísimo psicólogo; y recuerdo que en la anterior velada acepté ese calificativo con algunas limitaciones, pues dije que si crear caractéres de tan poderosa individualidad como Otelo, Yago, Hamlet y Macbeth era ser psicólogo, convenia en que Shakespeare lo era consumado; pero que sí

por psicólogo se entiende el que estudia los hechos del espíritu para descubrir sus leyes, entónces creia y creo que el poeta inglés no necesitaba del pomposo título de psicólogo para brillar como el primer genio dramático del mundo. No niego que Shakespeare poseía un espíritu escrutador y conocimiento cabal del corazon humano; mas entiéndase que al tomar del caudal de sus observaciones los elementos con que creaba un carácter y combinaba una accion, seguia un procedimiento de todo en todo distinto del que sigue un hombre de ciencia, cuando en presencia de un hacinamiento de hechos, los clasifica, los somete á experimentos, los organiza, en fin, que la organizacion es el carácter del conocimiento científico. El primer proceso es el artístico y tiene por fin la belleza; el segundo es el proceso de la ciencia y se propone la adquisicion de la verdad.

A este propósito decía el primer crítico inglés, Lord Macaulay, á quien no se tachará de parcial: «Si Shakespeare hubiera escrito un libro. sobre las causas de las acciones humanas, no es muy seguro que hubiera sido bueno...... En cambio, Mandeville, ¿hubiera podido crear á Yago? Por más grande que haya sido su talento para descubrir los diversos elementos que constituyen un carácter, ¿hubiera sido capaz de combinarlos de modo que resultara de ellos un hombre verdadero, vivo, individual?»

Véase, pues, cuán ocasionado á disiates es llevar á la crítica de las artes el método de las ciencias; y no es tan lamentable este error en los críticos como en poetas que han malogrado su talento por ceder á preocupaciones agenas al arte.

La historia de la literatura contemporánea nos alecciona para el por

venir.

¿A qué, si no, se debe la superioridad artística de los novelistas franceses sobre los novelistas ingleses? ¿Por qué ocupan un rango más elevado los Balzac, Stetdhal, Dumas y Jorge Sand, que los Scott y los Dickens? Léase el juicio de Taine sobre algunos de estos escritores, ó más bien léanse á la par las obras de ámbas literaturas, y habrá de convenirse que el amor á la belleza sin fines ulteriores, es en la primera causa de felices aciertos, y que el puritanismo inglés ha sido en la segunda orígen de esterilidad, de languidez y de artificio.

En nuestro propio país tenemos un ejemplo más, y quiero hacer buena mi cita con la autoridad de Piñeyro: «Otra circunstancia (dice) en que

anduvo tambien errado Milanés, fué hacer la moralidad el fin constante y principal de todas sus poesías líricas. ¿Y qué consigue con esto? Ser una prueba más de que el arte no tiene otro fin que la expresion de las ideas bellas, y que el que quiere servir á la moral por medio de las bellas artes, falta igualmente á la una y á las otras».

Ahora bien, señores, ¿no es algo baladí el arte que se propone producir un mero deleite? ¿No estará condenado este propósito por verdades supremas del órden moral que obliguen á la literatura á entonar el mea culpa y á purificarse en el Jordan de las enseñanzas morales? En manera alguna; la emocion estética es en sí tan pura y desinteresada, que dignifica y eleva, es más, que moraliza con mayor eficacia que todas las moralejas, máximas y parábolas con que se pretende inútilmente hacer mejores á los hombres.

El arte así entendido tiene gran significacion en nuestra vida, si aspiramos á realizar una vida completa. Jamás la ciencia llenará los dominios del pensamiento, ni apagará nuestra insaciable curiosidad; siempre habrá un horizonte inaccesible á la verdad positiva, y en su atmósfera es donde abren sus alas las necesidades ideales del espíritu. El ideal es un elemento armónico de la felicidad, de la salud del alma. ¡Oh sin el arte la vida no merecería la pena de vivirse! Es el hada misteriosa que baja y se sienta á nuestro lado en las horas de incertidumbre y desaliento, y recoje nuestras lágrimas para devolvernoslas transformadas en esperanzas; que nos infunde nuevas fuerzas y nos prepara para el rudo, para el

eterno combate de la vida.

JOSE VARELA ZEQUEIRA.

VELADAS DE LA "REVISTA DE CUBA",

Continúan en casa de nuestro Director las Veladas de la REVISTA DE CUBA. Interesante fué la III de esta série, celebrada el sábado 1o del mes actual. El señor Varona, sin ánimo de hacer un juicio crítico sobre las producciones de Zola, y colocándose de propósito en determinado punto de vista, se esforzó por demostrar que el famoso novelista francés, ó ignora el método experimental, ó sostiene una paradoja al afirmar que como simple experimentador no es responsable de los resultados á que da lugar el determinismo que preside á los actos humanos, el carácter de sus personajes y el medio social de que nutren su personalidad; puesto que si algo hay indeterminado, es el problema que plantea Zola. En concepto del señor Varona, todo es imaginacion en la obra de Zola; imagina la tésis que se propone desarrollar, el carácter de sus personajes y el medio en que se agitan, por todo lo cual es responsable de esas producciones donde no se vé al hombre de ciencia que experimenta, sino al artista que crea. Concluyó manifestando que, dado los elementos literarios escogidos por Zola en sus diversas novelas, y supuesta la mision que él mismo crée de su deber desempeñar, fáltale mucho para llegar al alto puesto que han conquistado Balzac, Stendahl y Flaubert.

El señor don Manuel Sanguily apoyó con elocuencia al señor Varona, extremando la crítica contra el novelista francés. Para el señor Sanguily el estilo de Zola es insoportable, y como sus novelas carecen de intriga y

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